La montaña, una aliada para vinos frescos y aromáticos

La montaña, una aliada para vinos frescos y aromáticos

Plantar en el Pirineo por encima de los 1.000 metros es una tendencia para afrontar el cambio climático, si bien en la DO Costers de Segre no hace falta subir tan arriba para comprobar como cultivar a cierta altura es beneficioso para la buena maduración de la uva y los vinos que surgen.

El clima se transforma con celeridad y las bodegas y viticultores hace tiempo que miran de adaptarse a los cambios. Una de las estrategias para mitigar los efectos del cambio climático es plantar viña montaña arriba confiando así que la subida global de las temperaturas se podrá afrontar en mejores condiciones. Bajo la idea de obtener unos vinos más frescos y asegurar el futuro se multiplica las cepas en el Pirineo por encima incluso de los 1.000 metros de altura. Algunas bodegas se esfuerzan de valiente para obtener unos vinos que, para que lleguen a la mesa, antes han tenido que superar diversas vicisitudes en la viña (afrontar heladas y pedregadas en mala hora, o evitar la acción de algunos animales amantes de la uva, como el corzo). Por eso se dice que en alta montaña se practica viticultura heroica . En la Denominación de Origen (DO) Costers de Segre hay bodegas que cultivan bien arriba con resultados satisfactorios, pero no hace falta subir tan arriba para constatar que la montaña es buena aliada a diversas cotas para elaborar el vino.
En el territorio de la DO el clima es continental, si bien también hay algunos lugares que reciben la influencia directa del mar Mediterráneo. Está dividido en siete subzonas vitivinícolas que van des del Pallars hasta las Garrigas, y hay viñedos plantados entre los 1.100 y los 200 metros de altitud A pesar de que no hay un único baremo, en estas latitudes se suele considerar que por encima de los 500 metros ya se puede empezar a hablar de vinos de cierta altura. En Costers de Segre esto se concreta en el hecho que la viña plantada más arriba de esta cota se ve favorecida por diversos condicionantes que hace que la uva madure más lentamente,  y en consecuencia esto significa que se obtienen vinos más frescos y expresivos organolépticamente.

Prova

Un concepto con matices por descubrir

La viticultura de altura es un concepto amplio y con matices en una región vitivinícola tan poliédrica como Costers de Segre. La Cooperativa l'Olivera (con sede en Vallbona de les Monges, subzona Valls del riu Corb) tiene una finca que se alza hasta los 600 metros. Es la que tiene más altura. Está en un lugar dónde había dejado de existir viña pero que han replantado con variedades históricas (garnachas, monastrell, trepat, cartoixà, cariñena, malvasía). La maduración de la uva es equilibrada y los vinos tienen un buen potencial aromático. El responsable de viticultura de l'Olivera, Pau Moragas, recuerda que mucha gente puede pensar que en Cataluña, como más al norte, más altura, si bien es una idea que no concuerda del todo con la forma de percepción a pie de viña en esta DO. Sí que con el cambio climático se planta más arriba pero no necesariamente haciéndolo a más cota ya se está garantizando una ubicación idónea. "Influyen muchos otros factores" recalca, como la orientación de la viña o bien el efecto térmico que se puede dar en zonas intermedias, y que puede ser tanto o más beneficioso para la uva que plantar en pleno Pirineo.

 


 

Días calurosos y noches frescas

Uno de los elementos más relevantes es el índice de frescor de las noches, detalla Moragas. "Las noches frescas contribuyen a una maduración equilibrada, no extrema, y esto da cierta tipicidad a los vinos", explica, y reivindica que, a pesar de estar en un clima cálido, por el contrario a lo que se pueda pensar se obtienen incluso vinos blancos interesantes. En el valle del riu Corb las viñas de l'Olivera están bajo la influencia de la marinada y esto hace que por las noches refresque, haciendo que la uva madure más lentamente, consiguiendo un efecto similar al que se busca cultivando arriba hacia el Pirineo. Así pues, ante la proliferación de viñedo en mucha altura, plantea: "A partir de ahora ¿la viticultura a cotas baja está pasada de moda? No, porque en determinados lugares a 500 metros puedes encontrar situaciones térmicas que se dan a 800 metros en la montaña".

Aptitudes para hacer "grandes vinos"

El presidente de la DO, Tomàs Cusiné, esta convencido que "las uvas de montaña tienen aptitudes para hacer grandes vinos". Lo ejemplifica con uno de sus proyectos, Castell del Remei, de la subzona Urgell, dónde pronto vio como la uva que les llega de agricultores de las montañas "hace más buen vino". Así mismo lo ha comprobado en las bodegas Tomàs Cusiné y Cérvoles Celler, de la subzona Las Garrigas, dónde también se encuentra Mas Blanch i Jové en la Pobla de Cérvoles. Sara Jové tiene el viñedo entre 700 y 850 metros, y los últimos los ha plantado de garnacha en la cota más alta. Jové obtiene vinos “con cuerpo, concentración, estructura y frescura" a la vez, y esto permite crianzas más largas sin perder la frescura. Lo hace posible la combinación del clima continental con el mediterráneo y su característica marinada. "La garnacha se adapta muy bien", remarca. También experimenta con variedades foráneas (syrah, riesling y pinot noir) y está contenta cómo responde el riesling, que suele plantarse en zonas frías.

 

Cuando cultivar arriba es hacerlo en casa

En la Ametlla de Segarra, en la subzona Valls del riu Corb, también está la bodega Comalats, dónde Eva Bonet, a la que les gusta definirse como agricultora, se muestra satisfecha de su ubicación. Su padre recuperó el cultivo de la viña en 1989, un tiempo después que arrancase en casi todo el entorno para plantar cereal. Lo favoreció la mecanización del campo y las ayudas para arrancar las cepas, pero volvieron a la viña. Bonet resalta que, a diferencia de algunas bodegas del Pirineo, ellos cultivan a cierta altura porque así es su tierra. "Nosotros la altitud nos la hemos encontrado. No deja de ser nuestra casa", afirma, si bien tienen claro que tiene ventajas: "Sí que nos hemos dado cuenta de las posibilidades que ofrece". De nuevo el contraste térmico favorecido por la marinada (muchísimo calor de día en verano y frescor por la noche) hace que la uva madure más lentamente, y beneficia el cabernet sauvignon, variedad que plantaron hace tres décadas cuando se llevaban las francesas. Ahora con el cambio climático le preocupa como "todo está tan loco", cosa que "en la viña no le hace ningún favor". Cree que en su caso la solución no será subir al Pirineo, sino que tendrán que adaptarse donde están, probablemente con la plantación de variedades autóctonas, cosa que ya están haciendo con el picapoll blanco y garnacha.

No siempre más arriba es sinónimo de vino más fresco

Incluso en la misma subzona Pallars se produce un fenómeno que muestra cómo no siempre cultivar más alto puede significar automáticamente que se obtendrán unos vinos más frescos que unos metros más abajo. La Bodega Vila Corona, de Vilamitjana, la fundó la familia de Enric Vila en 1993, si bien sus antepasados ya se dedicaban al vino desde 1749. El hecho de estar en una vaguada favorece la concentración del aire frío. "Tenemos noches mucho más frías que en Sort o Rialp. Talarn está a 700 metros, pero normalmente por la noche están a 2-3 grados por encima de nosotros, a pesar de estar 150 metros más abajo", relata Vila. Este fenómeno explica que en la Bodega Vila Corona se vendimia 15 días más tarde que en la llanura de Lleida o que en el Penedès, y eso a pesar de alcanzar temperaturas máximas más altas que en el Penedès, dónde el clima más temperado hace que la maduración sea más rápida.

 


"Químicamente somos de libro"

En el Pallars el resultado son unos vinos con una acidez más alta, en el sentido de frescura, como le gusta precisar a Núria Bigorra, de la bodega Terrer de Pallars, de Figuerola de Orcau. Los vinos de Bigorra surgen de viñedos que van de los 650 a los 850 metros entre los que son propios y los de los viticultores a los que compra la uva. La más elevada es un cabernet sauvignon en bancales que están dispuestos entre los 750 y los 850 metros de una misma montaña. Cuando vendimian cargan las cajas en un todo terreno porque no se puede acceder bien de otra forma. "Eso sí que es viticultura heroica", asegura. También se benefician del contraste térmico y unos suelos calcáreos que ayudan a tener unos vinos más frescos. "Al final, químicamente somos de libro. De manera natural tenemos los parámetros que enseñan en los libros. Como más arriba, más acidez, que se traduce en más frescor y aguantan organolépticamente más cosas", resalta. Todo ello hace que, según ella, sea de mal decir que variedad de uva se expresa mejor en estas condiciones que son favorables para el cultivo de la viña.

 

Afrontar el cambio climático adaptándose al lugar

La tendencia de plantar montaña arriba para afrontar el cambio climático, el cual está multiplicando los fenómenos extremos (como las temperaturas muy elevadas), a Moragas le plantea una última reflexión. "¿El futuro está en la viticultura de altura?", se pregunta, y no tarda mucho en dar respuesta: "El futuro está en la viticultura bien hecha". Considera que la viticultura en el Pirineo es una más del mapa vitivinícola catalán y que "en el futuro dice que se podrá plantar viñedo dónde antes no se podía" porque eran zonas demasiado frías, pero las de cultivo histórico no se moverán de golpe a la montaña, así que sostiene que la vía es cambiar algunas prácticas allí donde sea.

"Hay que ir más hacia la antigua cultura vitivinícola mediterránea a la fuerza", dice Vila, como pasar del emparrado a la plantación en vaso, cosa que facilita asegurar que la uva tenga más sombra en caso de daños con el exceso de insolación. Moragas también resalta el hecho de optar, como ya se está haciendo, por variedades de uva históricas y que se habían dejado de plantar porque contribuyen a tener maduraciones más equilibradas. Cusiné acostumbra a situar las garnachas y el macabeo como las variedades más relevantes de la DO (son algunas de las que tienen larga tradición), pero también se estudia las opciones de futuro del trobat tinto, del cual ya hay un millar de cepas plantadas en 10 bodegas diferentes con finalidad experimental. El tiempo dirá si esta variedad se suma al resto que han demostrado que están bien adaptadas al territorio y a la vez pueden afrontar bien la variabilidad climática que se hace cada vez más evidente.

 

Amb la col·laboració de:

 

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